DERROTA CON UN GÉNESIS ALENTADOR




Del botín de carrillo, y del coraje guerrero de un Paolo nos despedimos del mundial de Rusia 2018, un fracaso con final esperanzador que hace de las lágrimas brotadas en estos tres partidos una señal que, la fe del hincha me dice, terminará con la alegría más infinita que un peruano pueda sentir. 

El fútbol, deporte que trasforma sociedades, y la peruana, donde abunda una intolerancia y poco trabajo compositivo, se une en un solo color de sangre con una luz blanca en el centro. Hay mucho trabajo por hacer, en nuestro  maltratado Perú por su gente y sus políticos, pero lo que el deporte rey nos transmite es que el indio del Tawantinsuyo hace grandes cosas si se convence de ellos, con un "pensá" que conlleva a acciones que encantan al mundo entero.

No celebro el resultado, pero sí el desempeño, ensalzo la entrega y elogio el carácter de esos guerreros que salieron a sacar cara por el país, algo que ninguno de los padres de la patria hace, algo que tampoco ninguno los protestantes modistas sociales hacen, algo que el peruano de a pie le falta cultivar. No voy a ponernos a todos bajo un mismo verdugo; sin embargo, está claro que hay mucho por hacer en varios en nuestra querida tierra del Inca.

Hemos cantado el himno, cada uno de nosotros llevando la entonación de Rosa Merino para deleitar a todo Rusia que paró sus orejas con nuestro tema bandera. Que esa mano al pecho siga presente en nuestro día a día, noche tras noche, que el peruano se levante y grite bien al cielo "Somos libres, seámoslo siempre", levanta bien el cerviz, deja tu egoísmo y juega tu partido por el bien del país, como tu selección lo realizó.

¡GRACIAS PERÚ!

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